¡Olvídame, Google!

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magnifying glass Google

foto de pixabay.com

Esto es lo que grita mucha gente (en sentido virtual, claro) en las redes sociales y a través de la prensa en general. El derecho al olvido en Internet está ahora en boca de todos.

Confieso que estoy un poco confuso con el término. No es por su definión. Wikipedia da una definición del derecho al olvido, e incluso advierte que esta definición puede chocar con la libertad de expresión. Mi confusión viene del hecho de que antes de Internet este tema parecía ya regulado… ¿por qué ahora vuelve a surgir en los medios digitales si ya estaba resuelto?

En la prensa pre-Internet la obsolescencia de la información era una cosa que se daba de forma natural. Las noticias simplemente desaparecían de los periódicos, de las estanterías, y quedaban relegadas al olvido porque desaparecían de nuestra primera linea de alcance, de esa que quedaba a la vista en el periódico. Sin embargo ahora podemos evitar esta obsolescencia mostrando las noticias pasadas como si fueran actuales, o incluso con mayor relevancia que las actuales, si esto es interesante para el negocio. ¿Y quién tiene un negocio que consiste en mostrar información ordenada por relevancia? Seguro que tú mismo te contestas. ¡Pues Google!.

Es probable que todo lo que va alrededor de este supuesto problema tenga más de guerra económica que de cruzada en favor de las libertades en Internet. Esta idea se basa en dos premisas muy simples:

  1. En España, con una penetración de Google del 95% en el negocio de los motores de búsqueda, Internet es Google y Google es Internet. Esto indica que cuando el común de los españoles busca información en la red prácticamente sólo ve lo que Google le enseña.
  2. Una solución válida del ‘derecho al olvido’ en la vida virtual sería que dicho derecho funcionase como en la vida real. Hasta ahora para ejercer el derecho en la vida real no se quemaban hemerotecas ni se arrancaban artículos de periódicos antiguos, pero tanto unos como otros había que ir a buscarlos a un lugar en concreto, y no los encontrabas en el puesto de periódicos de debajo de tu casa. Si la búsqueda entre noticias obsoletas pudiera diferenciarse también en Internet, entonces ya tendríamos el problema resuelto.

De estas dos premisas se infiere que una solución válida sería que Google enseñara resultados teniendo en cuenta el componente ‘tiempo’, de alguna forma, haciendo envejecer a la información. Pero esta solución nunca se va a dar, precisamente porque Google vive de enseñar lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y va a seguir haciendolo (y a mí me parece muy bien, dicho sea de paso, que explote el negocio que ha inventado). Vive de su algoritmo de ordenación y no nos va a mostrar esta fórmula a pesar que de países como Alemania ya hayan intentado pedirle explicaciones al buscador. Una información vieja puede salir en la primera página de resultados de búsqueda por muchas razones, porque lo dice su algoritmo, porque alguien paga por ello o por las dos cosas a la vez.

Mi impresión es que en la batalla sobre el derecho al olvido que se libra en los tribunales y las salas de Bruselas no se lucha por la libertad en Internet, sino por mantener o no un poder sobre la información, sobre cómo se muestra y sobre quién la ve. Que nadie se equivoque.

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